El vínculo entre la falta de vivienda y la salud
Aunque la causa principal de la falta de vivienda es la carencia de viviendas asequibles, las condiciones de salud pueden ser un factor contribuyente para que una persona pierda su hogar. Ya sea una enfermedad crónica progresiva, una lesión o enfermedad aguda, una condición de salud mental o una adicción, las personas que experimentan la falta de vivienda enfrentan una vulnerabilidad médica grave y creciente sin acceso a vivienda y atención médica. Complicando aún más la situación, la mayoría de los sistemas de atención a personas sin hogar no están equipados para abordar estos desafíos de salud por sí solos.

Vivir con discapacidades
Las discapacidades no gestionadas (ya sean físicas, conductuales o cognitivas) pueden aumentar el riesgo de perder la vivienda. Sin acceso a atención médica o servicios de apoyo, muchas personas con discapacidades encuentran difícil mantenerse empleadas o alojadas. Casi un cuarto de las personas que experimentan la falta de vivienda tienen una discapacidad, y ciertas condiciones de salud son más comunes entre las personas sin hogar. Por ejemplo, las personas sin hogar tienen cinco veces más probabilidades de tener VIH, cinco veces más probabilidades de tener hepatitis, cuatro veces más probabilidades de sufrir un accidente cerebrovascular, tres veces más probabilidades de tener demencia y el doble de probabilidades de tener EPOC.

Trastornos por consumo de sustancias y falta de vivienda
El estrés de sobrevivir en las calles puede alimentar la adicción, así como la adicción puede contribuir a la pérdida de vivienda. Desafortunadamente, tanto para las personas con hogar como para las que no lo tienen, existen grandes barreras para acceder a los limitados servicios de tratamiento de drogas disponibles en esta nación, lo que dificulta romper el ciclo. Incluso cuando el tratamiento está disponible, no es tan efectivo como podría ser sin la estabilidad de una vivienda permanente.

Problemas de salud mental y conductual
Estados Unidos tiene un déficit masivo de profesionales de salud mental y sistemas complicados para acceder a los servicios que las personas necesitan. Las personas con los ingresos más bajos y sin una cobertura de atención médica adecuada son particularmente vulnerables a la gestión de problemas de salud mental — una situación devastadora para las personas sin hogar o con inseguridad habitacional.

Las vulnerabilidades del envejecimiento
El grupo de personas que experimenta la falta de vivienda que crece más rápidamente son las personas mayores de 55 años. Como ocurre con todas las personas, la edad avanzada está relacionada con una miríada de problemas de salud, que empeorarán con el tiempo sin un tratamiento adecuado.
Aquellos con las mayores necesidades
La falta de vivienda crónica describe a las personas que han experimentado la falta de hogar durante al menos un año — o repetidamente — mientras luchan con una condición incapacitante como una discapacidad física, una enfermedad mental grave o un trastorno por consumo de sustancias. Esta forma de falta de vivienda ha estado en aumento desde 2017 y alcanzó un nivel récord en 2024, reflejando las profundas necesidades insatisfechas de vivienda y atención médica para esta población especialmente vulnerable.

Qué causa la falta de vivienda crónica
Las personas que experimentan la falta de vivienda crónica típicamente tienen condiciones de salud crónicas y de por vida. Una vez que se quedan sin hogar — independientemente de lo que causó inmediatamente la pérdida de su vivienda — les resulta difícil volver a tener una vivienda sin ayuda intensiva. Como resultado, a menudo enfrentan episodios largos y/o recurrentes de falta de vivienda.

¿Qué resuelve la falta de vivienda crónica?
La Vivienda de Apoyo Permanente combina un subsidio de vivienda con gestión de casos intensiva y servicios de apoyo, que pueden incluir atención médica, salud conductual y tratamiento de adicciones (entre varias otras opciones de servicios). Esta solución ha demostrado ayudar a las personas a mantenerse establemente alojadas y a mejorar su salud y bienestar. Las inversiones en Vivienda de Apoyo Permanente han sido acreditadas por ayudar a disminuir la falta de vivienda crónica entre 2007 y 2019; también se ha demostrado que reduce los costos públicos asociados con el uso de servicios de crisis como refugios, hospitales, cárceles y prisiones.
La vivienda como atención médica
Recuperarse de una condición de salud sin la seguridad y estabilidad de una vivienda es imposible para la mayoría de las personas. Ya sea tomar medicamentos según lo prescrito, mantener las heridas limpias, asistir a citas programadas o acceder a los servicios de apoyo que son la base para la recuperación, nada de esto funciona tan bien como cuando las personas tienen un lugar seguro y estable al que llamar hogar.

Un fundamento para la recuperación
La recuperación de cualquier tipo de discapacidad o enfermedad puede ser sumamente difícil de gestionar para cualquier individuo. Es menester concertar y cumplir con las citas médicas. Los medicamentos deben ser almacenados adecuadamente y administrados según las indicaciones. Los registros y diversas formas de documentación deben estar disponibles. Gestionar cualquiera de estos aspectos desde el caos y la disrupción de la falta de vivienda resulta extraordinariamente arduo para las personas con necesidades elevadas.
Una vía de acceso
Resulta complicado obtener la atención que todos necesitamos, ya sea encontrar un nuevo médico de atención primaria, concertar citas con un terapeuta, obtener una remisión a un especialista o renovar una prescripción en el último momento. No obstante, cuando la vivienda se combina con servicios de apoyo, las personas tienen la mejor oportunidad de acceder a los servicios que requieren, cuando están preparadas para ello.
Mejores resultados
Cuando las personas se conectan por primera vez con una vivienda permanente, no solo se pone fin a su situación de carencia de hogar, sino que sus necesidades de salud son mejor atendidas. Este enfoque se ha asociado con tasas más bajas de hospitalización y una reducción en el uso de servicios de emergencia costosos. Asimismo, es más eficaz para aumentar el uso de servicios ambulatorios y resulta en una mejor participación de los clientes que no son atendidos adecuadamente por el sistema de salud mental público.
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